Romeo ╬ Juliet....
Romeo ╬ Juliet
Romeo y Julieta es una famosa obra del dramaturgo William Shakespeare, estrenada el 29 de enero de 1595.
El balcón de Julieta, en Verona
Dos familias nobles de
En "Romeo y Julieta" surge el amor, como una necesidad ineludible del hombre, llevado a la sublimación.
En Shakespeare encontramos todos los valores humanos, a la persona proyectada en todas sus facetas, en sus cualidades y defectos, lo que nos hace vibrar con sus personajes, identificarnos con ellos y comprenderlos a cada momento.
Todos simpatizamos con los enamorados, y si hacemos un juicio basándonos en la trascendencia que ha tenido esta obra, que se distingue por su atemporalidad, Romeo y Julieta están -y estarán siempre- entre los amantes más conocidos del mundo, tanto por su personalidad como por su problemática.
No obstante, la primera obra escrita sobre Romeo y Julieta no fue la de Shakespeare, aunque sí ha sido ésta la más conocida. El primero que escribió la historia fue Luigi da Porto, de Vicenza, en el año 1520, y tras ella se han escrito numerosas versiones en prosa, en verso, ballets y obras de teatro. Con respecto a la veracidad de los hechos, según la documentación que al respecto parece ser que se conserva, no se puede confirmar que la historia de los amantes fuera verídica, que ocurriera así realmente. Lo que sí parece que se ha confirmado es que en la casa que se dice de Julieta, sita en una posada restaurada del siglo XIII, en
Frases de Romeo y Julieta
ROMEO.- ¿Por qué, si pintan ciego al amor, sabe elegir tan extrañas sendas a
su albedrío? ¿Dónde vamos a comer hoy? ¡Válgame Dios! Cuéntame lo que ha
pasado. Pero no, ya lo sé. Hemos encontrado el amor junto al odio; amor
discorde, odio amante! rara confusión de la naturaleza: caos sin forma, materia
grave a la vez que ligera, fuerte y débil, humo y plomo, fuego helado, salud que
fallece, sueño que vela, esencia incógnita. No puedo acostumbrarme a tal amor.
¿Te ríes? ¡Vive Dios!..
ROMEO.- Es prenda del amor. Se agrava el peso de mis penas, sabiendo que tú
también las sientes. Amor es fuego aventado por el aura de un suspiro; fuego
que arde y centellea en los ojos del amante. O más bien es torrente desbordado
que las lágrimas acrecen. ¿Qué más podré decir de él? Diré que es locura sabia,
hiel que emponzoña, dulzura embriagadora
ROMEO.- Vanos serían mis tiros, porque ella, tan casta como Diana la
cazadora, burlará todas las pueriles flechas del rapaz alado. Su recato la sirve
de armadura. Huye de las palabras de amor, evita el encuentro de otros ojos, no
la rinde el oro. Es rica, porque es hermosa. Pobre, porque cuando muera, sólo
quedarán despojos de su perfección soberana.
ROMEO.- No es ahorro el suyo, es desperdicio, porque esconde avaramente su
belleza, y priva de ella al mundo. Es tan discreta y tan hermosa, que no debiera
complacerse en mi tormento, pero aborrece el amor, y ese voto es la causa de
mi muerte.
ROMEO .- Enséñame a dejar de pensar.
ROMEO.- Así brillará más y más su hermosura. Con el negro antifaz resalta
más la blancura de la tez. Nunca olvida el don de la vista quien una vez la
perdió. La belleza de una dama medianamente bella sólo sería un libro donde
leer que era mayor la perfección de mi adorada. ¡Adiós! No sabes enseñarme a
olvidar.
ROMEO.- ¡Delicado el amor! Antes duro y fuerte y punzante como el cardo.
ROMEO.- (A su Criado.) ¿Dime, qué dama es la que enriquece la mano de ese
galán con tal tesoro?
ROMEO.- El brillo de su rostro afrenta al del sol. No merece la tierra tan
soberano prodigio. Parece entre las otras como paloma entre grajos. Cuando el
baile acabe, me acercaré a ella, y estrecharé su mano con la mía. No fue
verdadero mi antiguo amor, que nunca belleza como ésta vieron mis ojos.
ROMEO.- (Cogiendo la mano de Julieta.) Si con mi mano he profanado tan
divino altar, perdonadme. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso,
con un beso.
JULIETA.- El peregrino ha errado la senda aunque parece devoto. El palmero
sólo ha de besar manos de santo.
ROMEO.- ¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero?
JULIETA.- Los labios del peregrino son para rezar.
ROMEO.- ¡Oh, qué santa! Truequen pues de oficio mis manos y mis labios.
Rece el labio y concededme lo que pido.
JULIETA.- El santo oye con serenidad las súplicas.
ROMEO.- Pues oídme serena mientras mis labios rezan, y los vuestros me
purifican. (La besa.)
JULIETA.- En mis labios queda la marca de vuestro pecado,
ROMEO- ¿Del pecado de mis labios? Ellos se arrepentirán con otro beso.
(Torna a besarla.)
JULIETA.- Besáis muy santamente.
ROMEO.- ¿Con que es Capuleto? ¡Hado enemigo!
ROMEO.- Harta verdad es, y bien lo siento.
JULIETA.- Ama, ¿sabes quién es este mancebo?
JULIETA.- Pues trata de saberlo. Y si es casado, el sepulcro será mi lecho de
bodas.
JULIETA.- ¡Amor nacido del odio, harto pronto te he visto, sin conocerte!
¡Harto tarde te he conocido! Quiere mi negra suerte que consagre mi amor al
único hombre a quien debo aborrecer.
ROMEO.- ¿Cómo me he de ir de aquí, si mi corazón queda en esas tapias, y mi
cuerpo inerte viene a buscar su centro?
ROMEO.- ¡Qué bien se burla del dolor ajeno quien nunca sintió dolores. .. !
(Pónese Julieta a la ventana.) ¿Pero qué luz es la que asoma por allí? ¿El sol
que sale ya por los balcones de oriente? Sal, hermoso sol, y mata de envidia
con tus rayos a la luna, que está pálida y ojeriza porque vence tu hermosura
cualquier ninfa de tu coro. Por eso se viste de amarillo color. ¡Qué necio el que
se arree con sus galas marchitas! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece!
¿Cómo podría yo decirla que es señora de mi alma? Nada me dijo. Pero ¿qué
importa? Sus ojos hablarán, y yo responderé. ¡Pero qué atrevimiento es el mío,
si no me dijo nada! Los dos más hermosos luminares del cielo la suplican que
les sustituya durante su ausencia. Si sus ojos resplandecieran como astros en el
cielo, bastaría su luz para ahogar los restantes como el brillo del sol mata el de
una antorcha. ¡Tal torrente de luz brotaría de sus ojos, que haría despertar a las
aves a media noche, y entonar su canción como si hubiese venido la aurora!
Ahora pone la mano en la mejilla. ¿Quién pudiera tocarla como el guante que
la cubre?
JULIETA.- ¡Ay de mí!
ROMEO.- ¡Habló! Vuelvo a sentir su voz. ¡Ángel de amores que en medio de
la noche te me apareces, cual nuncio de los cielos a la atónita vista de los
mortales, que deslumbrados le miran traspasar con vuelo rapidísimo las esferas,
y mecerse en las alas de las nubes!
JULIETA.- ¡Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? ¿Por qué no reniegas
del nombre de tu padre y de tu madre? Y si no tienes valor para tanto, ámame,
y no me tendré por Capuleto.
ROMEO.- ¿Qué hago, seguirla oyendo o hablar?
JULIETA.- No eres tú mi enemigo. Es el nombre de Montesco, que llevas. ¿Y
qué quiere decir Montesco? No es pie ni mano ni brazo, ni semblante ni pedazo
alguno de la naturaleza humana. ¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no
dejaría de ser rosa, y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo. De
igual suerte, mi querido Romeo, aunque tuviese otro nombre, conservaría todas
las buenas cualidades de su alma, que no le vienen por herencia. Deja tu
nombre, Romeo, y en cambio de tu nombre que no es cosa alguna sustancial,
toma toda mi alma.
ROMEO.- Si de tu palabra me apodero, llámame tu amante, y creeré que me he
bautizado de nuevo, y que he perdido el nombre de Romeo.
JULIETA.- ¿Y quién eres tú que, en medio de las sombras de la noche, vienes
a sorprender mis secretos?
ROMEO.- No sé de cierto mi nombre, porque tú aborreces ese nombre, amada
mía, y si yo pudiera, lo arrancaría de mi pecho.
JULIETA.- Pocas palabras son las que aún he oído de esa boca, y sin embargo
te reconozco. ¿No eres Romeo? ¿No eres de la familia de los Montescos?
ROMEO.- No seré ni una cosa ni otra, ángel mío, si cualquiera de las dos te
enfada.
JULIETA.- ¿Cómo has llegado hasta aquí, y para qué? Las paredes de esta
puerta son altas y difíciles de escalar, y aquí podrías tropezar con la muerte,
siendo quien eres, si alguno de mis parientes te hallase.
ROMEO.- Las paredes salté con las alas que me dio el amor, ante quien no
resisten aun los muros de roca. Ni siquiera a tus parientes temo.
JULIETA.- Si te encuentran, te matarán.
ROMEO.- Más homicidas son tus ojos, diosa mia, que las espadas de veinte
parientes tuyos. Mírame sin enojos, y mi cuerpo se hará invulnerable.
JULIETA.- Yo daría un mundo porque no te descubrieran.
ROMEO.- De ellos me defiende el velo tenebroso de la noche. Más quiero
morir a sus ma nos, amándome tú, que esquivarlos y salvarme de ellos, cuando
me falte tu amor.
JULIETA.- ¿Y quien te guió aquí?
ROMEO.- El amor que me dijo dónde vivías. De él me aconsejé, él guió mis
ojos que yo le había entregado. Sin ser nauchero, te juro que navegaría hasta la
playa más remota de los mares por conquistar joya tan preciada.
JULIETA.- Si el manto de la noche no me cubriera, el rubor de virgen subiría a
mis mejillas, recordando las palabras que esta noche me has oído. En vano
quisiera corregirlas o desme ntirlas... ¡Resistencias vanas! ¿Me amas? Sé que
me dirás que sí, y que yo lo creeré. Y sin embargo, podrías faltar a tu
juramento, porque dicen que Jove se ríe de los perjuros de los amantes. Si me
amas de veras, Romeo, dilo con sinceridad, y si me tienes por fácil y rendida al
primer ruego, dímelo también, para que me ponga esquiva y ceñuda, y así
tengas que rogarme. Mucho te quiero, Montesco, mucho, y no me tengas por
liviana, antes he de ser más firme y constante que aquellas que parecen
desdeñosas porque son astutas. Te confesaré que más disimulo hubiera
guardado contigo, si no me hubieses oído aquellas palabras que, sin pensarlo
yo, te revelaron todo el ardor de mi corazón. Perdóname, y no juzgues ligereza
este rendirme tan pronto. La soledad de la no che lo ha hecho.
ROMEO.- Júrote, amada mía, por los rayos de la luna que platean la copa de
estos árboles...
JULIETA.- No jures por la luna, que en su rápido movimiento cambia de
aspecto cada mes. No vayas a imitar su inconstancia.
ROMEO.- ¿Pues por quién juraré?
JULIETA.- No hagas ningún juramento. Si acaso, jura por ti mismo, por tu
persona que es el dios que adoro y en quien he de creer.
ROMEO.- ¡Ojalá que el fuego de mi amor...!
JULIETA.- No jures. Aunque me llene de alegría el verte, no quiero esta noche
oír tales promesas que parecen violentas y demasiado rápidas. Son como el
rayo que se extingue, apenas aparece. Aléjate aho ra: quizá cuando vuelvas haya
llegado a abrirse, animado por las brisas del estío, el capullo de esta flor.
Adiós, ¡y ojalá aliente tu pecho en tan dulce calma como el mío!
ROMEO.- ¿Y no me das más consuelo que ése?
JULIETA.- ¿Y qué otro puedo darte esta noche?
ROMEO.- Tu fe por la mía.
JULIETA.- Antes te la di que tú acertaras a pedírmela. Lo que siento es no
poder dártela otra vez.
ROMEO.- ¿Pues qué? ¿Otra vez quisieras quitármela?
JULIETA.- Sí, para dártela otra vez, aunque esto fuera codicia de un bien que
tengo ya. Pero mi afán de dártelo todo es tan profundo y tan sin límite como los
abismos de la mar. ¡ Cuanto más te doy, más quisiera darte!... Pero oigo ruido
dentro. ¡Adiós! no engañes mi esperanza. . . Ama, allá voy. . . Guárdame
fidelidad, Montesco mío. Espera un instante, que vuelvo en seguida.
ROMEO.- ¡Noche, deliciosa noche! Sólo temo que, por ser de noche, no pase
todo esto de un delicioso sueño.
JULIETA.- (Asomada otra vez a la ventana.) Sólo te diré dos palabras. Si el fin
de tu amor es honrado, si quieres casarte, avisa mañana al mensajero que te
enviaré, de cómo y cuándo quieres celebrar la sagrada ceremonia. Yo te
sacrificaré mi vida e iré en pos de ti por el mundo.
AMA.- (Llamando dentro.) ¡Julieta!
JULIETA.- Ya voy. Pero si son torcidas tus intenciones, suplícote que...
AMA.- ¡Julieta!
JULIETA.- Ya corro... Suplícote que desistas de tu empeño, y me dejes a solas
con mi dolor. Mañana irá el mensajero...
ROMEO.- Por la gloria...
JULIETA.- Buenas noches.
ROMEO.- No. ¿Cómo han de ser buenas sin tus rayos? El amor va en busca del
amor como el estudiante huyendo de sus libros, y el amor se aleja del amor
como el niño que deja sus juegos para tornar al estudio.
JULIETA.- (Otra vez a la ventana.) ¡Romeo! ¡Romeo! ¡Oh, si yo tuviese la
voz del cazador de cetrería, para llamar de lejos a los halcones! Si yo pudiera
hablar a gritos, penetraría mi voz hasta en la gruta de la ninfa Eco, y llegaría a
ensordecerla repitiendo el nombre de mi Romeo.
ROMEO.- ¡Cuán grato suena el acento de mi amada en la apacible noche,
protectora de los amantes! Más dulce es que música en oído atento.
JULIETA.- ¡Romeo!
ROMEO.- ¡Alma mía!
JULIETA.- ¿A qué hora irá mi criado mañana?
ROMEO.- A las nueve.
JULIETA.- No faltará. Las horas se me harán siglos hasta que ésa llegue. No sé
para qué te he llamado.
ROMEO.- ¡Déjame quedar aquí hasta que lo pienses!
JULIETA.- Con el contento de verte cerca me olvidaré eternamente de lo que
pensaba, recordando tu dulce compañía.
ROMEO.- Para que siga tu olvido no he de irme.
JULIETA.- Ya es de día. Vete... Pero no quisiera que te alejaras más que el
breve trecho que consiente alejarse al pajarillo la niña que le tiene sujeto de una
cuerda de seda, y que a veces le suelta de la mano, y luego le coge ansiosa, y le
vuelve a soltar...
ROMEO .- ¡ Ojalá fuera yo ese pajarillo!
JULIETA.- ¿Y qué quisiera yo sino que lo fueras? aunque recelo que mis
caricias habían de matarte. ¡Adiós, adiós! Triste es la ausencia y tan dulce la
despedida, que no sé cómo arrancarme de los hierros de esta ventana.
ROMEO.- ¡Que el sueño descanse en tus dulces ojos y la paz en tu alma!
¡Ojalá fuera yo el sueño, ojalá fuera yo la paz en que se duerme tu belleza! De
aquí voy a la celda donde mora mi piadoso confesor, para pedirle ayuda y
consejo en este trance.
ROMEO.- ¡Eso es, y descansé mejor que dormido!
JULIETA.- ¿Tan pronto te vas? Aún tarda el día. Es el canto del ruiseñor, no el
de la alondra el que resuena. Todas las noches se posa a cantar en aquel
granado. Es el ruiseñor, amado mío.
ROMEO.- Es la alondra que anuncia el alba; no es el ruiseñor. Mira, amada
mía, cómo se van tiñendo las nubes del oriente con los colores de la aurora. Ya
se apagan las antorchas de la noche. Ya se adelanta el día con rápido paso
sobre las húmedas cimas de los montes. Tengo que partir. O si no. Aquí me
espera la muerte.
JULIETA.- No es ésa luz de la aurora. Te lo aseguro. Es un meteoro que
desprende de su lumbre el Sol para guiarte en el camino de Mantua. Quédate.
¿Por qué te vas tan luego?
ROMEO.- ¡Qué me prendan, que me maten! Mandándolo tú, poco importa.
Diré que aquella luz gris que allí veo no es la de la mañana, sino el pálido
reflejo de la luna. Diré que no es el canto de la alondra el que resuena. Más
quiero quedarme que partir. Ven, muerte, pues Julieta lo quiere. Amor mío,
hablemos, que aún no amanece.
JULIETA.- Sí, vete, que es la alondra la que canta con voz áspera y
destemplada. ¡Y dicen que son armoniosos sus sones, cuando a nosotros viene
a separarnos! Dicen que cambia de ojos como el sapo. ¡Ojalá cambiara de voz!
Maldita ella que me aparta de tus atractivos. Vete, que cada vez se clarea más
la luz.
ROMEO.- ¿Has dicho la luz? No, sino las tinieblas de nuestro destino. ( Entra
el ama.)
AMA.- ¡Julieta!
JULIETA.- ¡Ama!
AMA.- Tu madre viene. Ya amanece. Prepárate y no te descuides.
ROMEO.- ¡Un beso! ¡Adiós, y me voy! (Vase por la escala.)
JULIETA.- ¿Te vas? Mi señor, mi dulce dueño, dame nuevas de ti todos los
días, a cada instante. Tan pesados corren los días infelices, que temo envejecer
antes de tornar a ver a mi Romeo.
ROMEO.- Adiós. Te mandaré noticias mías y mi bendición por todos los
medios que yo alcance.
JULIETA.- ¿Crees que volveremos a vernos?
ROMEO.- Sí, y que en dulces coloquios de amor recordaremos nuestras
angustias de ahora.
JULIETA.- ¡Válgame Dios! ¡Qué présaga tristeza la mía! Parece que te veo
difunto sobre un catafalco. Aquel es tu cuerpo, o me engañan los ojos.
ROMEO.- Pues también a ti te ven los míos pálida y ensangrentada. ¡Adiós,
adiós! (Vase)
JULIETA.- ¡Oh, fortuna! te llaman mudable: a mi amante fiel poco le importan
tus mudanzas. Sé mudable en buena hora, y así no le detendrás y me le
restituirás luego.
ROMEO.- Sí que lo haré. Veámosle el rostro. ¡El pariente de Mercutio, el
conde Paris ! Al tiempo de montar a caballo, ¿no oí, como entre sombras, decir
a mi escudero, que iban a casarse Paris y Julieta? ¿Fue realidad o sueño? ¿O es
que estaba yo loco y creí que me hablaban de Julieta? Tu nombre está escrito
con el mío en el sangriento libro del destino. Triunfal sepulcro te espera: ¿Qué
digo sepulcro? Morada de luz, pobre joven. Allí duerme Julieta, y ella basta
para dar luz y hermosura al mausoleo. Yace tú a su lado: un muerto es quien te
entierra. Cuando el moribundo se acerca al trance final, suele reanimarse, y a
esto lo llaman el último destello. Esposa mía, amor mío, la muerte que ajó el
néctar de tus labios, no ha podido vencer del todo tu hermosura. Todavía
irradia en tus ojos y en tu semblante, donde aún no ha podido desplegar la
muerte su odiosa bandera. Ahora quiero calmar la sombra de Teobaldo, que
yace en ese sepulcro.
La misma mano que cortó tu vida, va a cortar la de tu
enemigo. Julieta, ¿por qué estás aún tan hermosa? ¿Será que el descarnado
monstruo te ofrece sus amores y te quiere para su dama? Para impedirlo,
dormiré contigo en esta sombría gruta de la noche, en compañía de esos
gusanos, que son hoy tus únicas doncellas. Este será mi eterno reposo. Aquí
descansará mi cuerpo, libre de la fatídica ley de los astros. Recibe tú la última
mirada de mis ojos, el último abrazo de mis brazos, el último beso de mis
labios, puertas de la vida, que vienen a sellar mi eterno contrato con la muerte.
Ven, áspero y vencedor piloto: mi nave, harta de combatir con las olas, quiere
quebrantarse en los peñascos. Brindemos por mi dama. ¡Oh, cuán portentosos
son los efectos de tu bálsamo, alquimista veraz! Así, con este beso... muero.
(Cae. Llega fray Lorenzo.)
JULIETA.- Padre, ¿dónde está mi esposo? Ya recuerdo
allí estoy. Pero ¿dónde está Romeo, padre mío?
JULIETA.- Yo aquí me quedaré. ¡Esposo mío! Mas ¿qué veo? Una copa tiene
en las manos. Con veneno ha apresurado su muerte. ¡Cruel! no me dejó ni una
gota que beber. Pero besaré tus labios que quizá contienen algún resabio del
veneno. Él me matará y me salvará. (Le besa.) Aún siento el calor de sus
labios.
JULIETA.- Siento pasos. Necesario es abreviar. (Coge el puñal de Romeo.)
¡Dulce hierro, descansa en mi corazón, mientras yo muero! ( Se hiere y cae
sobre el cuerpo de Romeo. Entran la ronda y el paje de Paris.)
Un poco De cine….
La obra de Shakespeare ha tenido tanta relevancia que ha sido llevada a la gran pantalla en varias ocasiones. Entre todas las versiones cinematográficas la más vanguardista es la dirigida por Baz Lurhmann y protagonizada por Claire Danes y Leonardo Di caprio. Romeo y Julieta (1996) es una adaptación moderna de este clásico en la que el director ha recurrido como en otras de sus películas a la estética del videoclip.
Películas sobre «Romeo y Julieta»
- 1912 Indian Romeo and Juliet
- 1920 Romeo y Julieta de Lubitsch.
- 1924 Romeo y Julieta de Mack Sennett, cortometraje
- 1936 Romeo y Julieta Versión de Cukor sobre los amantes de Verona. Primera adaptación estimable para el cine de esta tragedia.
- 1943 Romeo y Julieta parodia de Cantinflas
- 1954 Romeo y Julieta de Renato Castellani. Coproducción angloitaliana, es la primera versión en color de la obra.
- 1955 Romeo y Julieta. Galina Ulanova y Juri Zhdanov protagonizan esta versión soviética del ballet clásico «Romeo y Julieta»
- 1960 Romeo y Julieta y las tinieblas de Jiri Weiss, Premio en el festival de San Sebastián
- 1961 West Side Story (Cuento del Lado del Oeste) de Jerome Robbins y Robert Wise. Un musical ambientado en el barrio de Nueva York donde se destaca el problema de las bandas callejeras.
- 1966 Romeo y Julieta dirigida por Paul Czinner, en una filmación inglesa del ballet clásico
- 1968 Romeo y Julieta de Franco Zeffirelli
- 1996 Romeo + Julieta de Baz Luhrman
- 2000 Romeo debe morir de Andrzej Bartkowiak. Las familias que se enfrentan son la mafia norteamericana y la mafia china.